domingo, 4 de noviembre de 2012

Capítulo 8


Encuentro a un chico alto, de pelo oscuro, liso y alborotado. Sus ojos azules van de mi al suelo y tiene una mano en la nuca, avergonzado.

-Hola.-me saluda.
-Eh... hola...-contesto, intentando reaccionar.-¿Qué quieres?
-Es que...-comienza, atascado.-...lo siento, ¿te interrumpo?
-No, no.-respondo rapidamente.
-Es que... bueno, aquí antes vivía mi hermana... que ha cumplido los dieciocho y se ha ido del internado...-explica como puede.
-¿Si...?-animo.
-Y... bueno, me da vergüenza...
-Va.-digo, sonriendole.
-Mi hermana, Clare -explica- me quitó unos... calzoncillos y... creo que están aquí.

Abro mucho los ojos, sorprendida.

-Unos calzoncillos.-repito, reprimiendo una carcajada, aunque dejo ver una sonrisa divertida. La cara del chico está tan roja que creo que va a estallar de un momento a otro.
-Lo siento.-se disculpa, creo que por reacción.
-Pasa, yo los busco.-abro la puerta y dejo que entre a mi habitación, riéndome silenciosamente.
-Bueno, si quieres los puedo buscar yo...-se ofrece.
-No importa.-le confío.-Perdón por el desorden, acabamos de llegar y...
-Nada. Yo llevo aquí dos años y mi habitación está igual o peor que esta.-sonrío ampliamente y él se queda de pie en medio de la habitación.

Rebusco en el cuarto de baño, pero no los encuentro.

-Puede que estén en el armario...-susurro para mí misma.
-Por cierto, me llamo Elliot.-se presenta, tendiéndome la mano.
-Yo Samantha. Sam.-corrijo, estrechándosela.

Entonces él sonríe por primera vez.
Aparto la mirada rápidamente al darme cuenta de lo mucho que me cohíbe Elliot.
Intento concentrarme en la búsqueda de su ropa interior y pienso que en mi parte del armario no puede estar, porque no he encontrado nada sospechoso mientras guardaba la ropa.
Abro la puerta del armario de Daniela, aún vacía, y allí están. En la esquina más recóndita de todo el armario.

-Creo que son esos.-digo, apartándome del armario con un leve rubor en las mejillas y señalando el sitio.
-Oh...-musita Elliot, yendo a recogerlos rápidamente.-Lo siento.
-No importa.-respondo mecánicamente.

Silencio incómodo en el que a mí me entra la risa.

-Qué vergüenza...-susurra Elliot, riéndose también.
-Un poco, sí.

Entonces, Dios sabe cómo, estallo a reír descontroladamente. Me siento en la cama, muy vulnerable por mi ataque de risa. Entierro la cara entre las manos, muerta de vergüenza por reírme en su cara y sin apenas conocerle de nada.

-Qué vergüenza, Dios mío...-vuelve a susurrar él.

Y esa frase no hace que me calme, sino todo lo contrario. Sigo riéndome como una loca hasta que me doy cuenta de lo pava que estoy siendo.

-Vale, vale, ya pasó...-digo, intentando serenarme.

Alzo la cabeza y me encuentro con Elliot, rojo como un tomate.

-Lo siento, no todos los días conozco a alguien que tenga sus calzoncillos en mi habitación.-explico, secándome las lágrimas de la risa.
-Menos mal, si no pensaría que eres una psicópata...-sonríe.-Así que te has mudado hoy, ¿no?
-Síp.-respondo, observando todo el desorden de la habitación.-Justamente estaba terminando de guardar mis cosas.
-¿De dónde eres?
-Vengo de Hamburgo.
-¿Hamburgo? Yo vivía aquí, en Berlín, pero mis padres son muy estrictos y según ellos en mi barrio tenía muchas distracciones. Total, he tenido que dejar a todos mis amigos, Clare se fue hace nada por la mayoría de edad e incluso tuve que dejar a mi novia.-me cuenta, mientras se sienta conmigo en mi nueva cama.
-¿Tenías novia?
-Sí, más o menos... la verdad es que sólo llevábamos juntos un mes, no me había dado tiempo a quererla como me habría gustado. Y en estos dos años no se puede decir que la haya necesitado demasiado...
-Oh bueno, entonces... bien.-digo, perpleja por mi contestación tan corta y tan poco explícita.
-¿Y tú?
-No, yo no tengo novio...
-No, no era eso.-sonríe. Me siento ridícula por mi equivocación..-¿Por qué estás aquí tú?
-Hm, bueno... es complicado.
-Puedo intentar entenderlo.

Le miro un segundo. Él me observa atentamente, lo que, claro está, hace que aumenten de ritmo mis latidos del corazón y me ponga roja.

-Estoy aquí por propia voluntad.
-¿Tenías la ilusión de estar encerrada en un internado o qué?
-No, a decir verdad nunca se me había pasado por la cabeza ser una niñita pija, pero... no sé, es por instinto.
-¿Instinto?
-Protección.
-¿Protección?-este chico comienza a cansarme.
-A mi hermana.
-A tu hermana...-repite, intentando asimilar la poca información que le he dado.-¿Ella no sabe cuidarse sola?
-No demasiado. Tiene instinto de supervivencia, te lo aseguro... pero no sabe cómo cuidar de ella misma. Así que aquí estoy, con el uniforme puesto aunque hoy no sea obligatorio llevarlo.
-Esto me suena a la ley de los más aptos, la selección natural de Darwin.
-¿Por qué?
-No sé. Por lo que me estás contando, tu hermana no está lo suficientemente desarrollada interiormente como para entrar a este ambiente. Por eso tú la has acompañado, para ayudarla a crecer.
-¿Estás repasando biología mientras te cuento mi historia?
-Más o menos. Me preguntarán la lección mañana en clase, acabamos de empezar el tema nuevo de Biología.
-¿No estarás en mi clase?
-Pues no sé, dímelo tú.-tuerce una media sonrisa.-¿Noveno?-yo asiento, y él me tiende la mano.-Soy Elliot, un compañero de clase.
-Vuelvo a ser Sam.-le estrecho la mano.
-Qué coincidencia. Parece que está todo preparado o algo así.
-¿Verdad? Esto me va a volver paranoica.
-Tienes quince, ¿verdad?
-Sí.-respondo.-¿Y tú?
-Igual, cumplo los dieciséis en Mayo.
-¿Qué dia?
-Día 31.-contesta, y yo le miro con la boca abierta.-¿Qué pasa?
-Cumplimos el mismo día.
-¿En serio?-yo asiento, anonadada.-Esto me está dando un poco de miedo...
-¿No serás mi hermano desaparecido?
-¿Tienes un hermano desaparecido?
-No lo sé, lo pregunté por si acaso.
-¿Eres zurda o diestra?
-Diestra.
-Yo soy zurdo... ¿No seremos uno de estos gemelos espejo? Alomejor yo tengo el corazón en el lado izquierdo y soy zurdo, y tú tienes el corazón en el lado derecho y eres diestra.
-Siento desilusionarte, pero mi corazón está en el lado izquierdo, como el de todo el mundo.
-Y además, se supone que los gemelos espejo son exactamente iguales y yo no me encuentro el parecido contigo.
-Menos mal, te habría arruinado la vida amorosa si hubieses tenido la misma cara que yo.
-Qué tonta eres...

Elliot se ríe un poco de mi, pero a los pocos segundos, se pone algo más serio.

-Bueno, tengo que irme ya.-dice, levantándose de la cama y dirigiéndose a la puerta.-Nos vemos mañana, ¿eh?
-Claro, claro...

Le acompaño a la puerta y cuando él está en el pasillo se despide con la mano, alejándose.
Cierro la puerta con una sonrisa y me dirijo hacia mi cama con el pensamiento de tumbarme sobre ella, pero el destino está en mi contra y vuelven a llamar a la puerta.


Daniela aparece con una sonrisa de oreja a oreja, cierra la puerta y comienza a quitarse la ropa, como siempre.

-Sam, lo que te has perdido ahí fuera... hay unos maromos que...-me cuenta, risueña. Yo pongo los ojos en blanco.-¿Qué has hecho mientras tanto?
-Bueno, creo que he hecho un amigo nuevo.
-¿Sí? ¿Has salido de aquí?
-¿Eh? No, qué va. Más bien ha entrado aquí...
Entonces, Daniela me lanza una mirada envenenada.

Continuará.

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