jueves, 24 de enero de 2013

Capítulo 28

Bueno, antes de nada, decir que siento mucho haber estado desaparecida durante todo este tiempecillo D: estoy liada con las cosas de la Universidad, y ahora vienen los exámenes de Febrero, así que bueno... tardaré también un poco en subir el siguiente. Espero que no os importe y sigáis fieles a la historia ^^ Sin más, aquí os lo dejo.

Narra Chris


Vueltas sin sentido. Creo que ya he venido por aquí hace menos de un minuto, en mi persistente búsqueda de Sam.
¿Dónde se ha metido? Grito su nombre, pero no hay respuesta.
¿Dónde más me queda por buscar? He recorrido el internado de arriba a abajo: el edificio de chicos, el de chicas, los baños, el jardín... y dudo mucho que esté en el gimnasio.
¿Estará en su habitación? He llamado antes a la puerta, pero nadie me ha abierto. Quizás ha pasado de mí, porque tampoco sabía que era yo.
Resoplo, me revuelvo el pelo con la mano derecha y pienso en qué hacer ahora.
En el caso de que no esté en su habitación, algún día tendrá que volver, digo yo. Podría esperarla en el pasillo.
Tras tomar esa determinación, me doy la vuelta y echo a andar.





Maldita sea. Ahora me arrepiento de no haberle partido la cara a todos los subnormales que han estado haciendo daño a Sam. Pero, cómo no, ella no me deja. Debería dejar de ser tan buena y tan increíble con todo el mundo... menos conmigo.
Un cosquilleo me recorre el estómago. Sonrío. Sam me está convirtiendo en un sensiblero, menudo asco.
El edificio de chicas está desierto. ¿Qué pasa hoy? ¿Están todas consolando a Danna? ¿Hay rebajas en las tiendas?
En cuanto termino de subir el penúltimo peldaño de las escaleras que me llevan al pasillo donde está la habitación de Sam, algo me golpea el pecho.
Se me corta la respiración, pero logro agarrarme a la barandilla.
Desvío la mirada al pasillo. La bombilla que da luz a la estancia parpadea cada vez más débil. Trago saliva sonoramente cuando termina apagándose. Y no vuelve.
Respiro hondo con los ojos cerrados.
Chris, no seas paranoico. Sabes que este internado tiene más años que Matusalén, es normal que de vez en cuando se funda alguna bombilla.
Hinco los dedos en la barandilla, armándome de valor, y me impulso para subir el último peldaño.
Hay un silencio de ultratumba aquí. Al menos aún entra algo de claridad por el ventanal del pasillo...
Tiro de mi propio cuerpo, obligándole a avanzar. Pero siento como si mi alma se hubiera quedado atrás, aterrorizada y vulnerable. Siento que voy flotando hasta la puerta de Sam.
Respiro hondo de nuevo, trago saliva y golpeo la puerta de Sam con los nudillos una, dos y tres veces. En ninguna hubo respuesta.



-Joder-farfullo, deslizando mi espalda por la pared hasta llegar a sentarme en el suelo.



Flexiono las rodillas y apoyo la cabeza en la pared, observando la lámpara que, hasta hace unos minutos, iluminaba algo más el pasillo.
Aunque el escalofrío que me recorre el cuerpo trata de advertirme, yo ya lo he visto.
Mi voz se agota como quien cierra un grifo. Aunque trato de levantarme, gritar y huir, no puedo.
Ya es demasiado tarde.



Desde el final del pasillo, allí donde no hay salida, veo desaparecer una puerta. Y luego otra. Y otra...
Por el techo se desliza una enorme sombra tan oscura como el abismo. Baña y ahoga el pasillo lentamente.
Mis sentidos se agudizan, mi cerebro está tan paralizado que no puede reaccionar.
Sé lo que es esa sombra. Me informé sobre ello con Cristal. Es una señal de mal augurio.
La pesadez de esa sombra recae sobre mi cuerpo, clavándome al suelo, debilitándome, llevándose con ella toda la cordura que poseo, o poseía.
Ahora no soy más que un niño pequeño asustado y carcomido por el pánico.
Empiezo a llorar. Cada sollozo me desmorona un poco más, esperando a que la sombra se cierna sobre mí y me consuma.
Un ambiente gélido me arropa. Se me eriza la piel. Y, aunque esté muerto de frío, estoy sudando.
Mis sollozos, creo, cada vez son más audibles. Pero nadie viene a por mí, nadie me ayuda, nadie me encuentra.
Cierro los ojos cuando la sombra ya está, prácticamente, sobre mí.
Cuando vuelvo a abrirlos, siento que estoy flotando en el abismo. No hay suelo, no hay pared, no hay puertas... pero sí hay algo.
El pecho se me hunde, tratando de recoger algo de oxígeno, pero soy incapaz de respirar.
Le observo, y sé que él a mí también.
Calza unas deportivas. Unos pantalones vaqueros. Una camisa. Y... su cara...
Comienzo a hipar, a que mi intentos desesperados de respirar sean audibles. Ansiedad.
Punzadas en el corazón. Taquicardia. Mareos. Se me crispan los dedos de las manos, se me secan los labios, los ojos me escuecen por las lágrimas, pero los noto secos.


Siento mi cuerpo como una masa de carne, como si no tuviera huesos que me sostengan.
La falta de aire cada vez se hace más notable.
Y sólo puedo pensar en Sam. En si esta será la última vez que pueda evocar su imagen. Pienso en que ojalá la cuiden por mí, que la protejan como yo nunca supe hacer.
Noto como aquello se ríe de mí. Oigo su terrorífica voz burlándose de mí, y yo siento morir.
De pronto son sus brazos los que me sostienen. Son sus manos tocándome la cara, el pecho, el pelo.
Es su voz inflándome el pecho.
Sam me grita que qué me ocurre. Y quiero contestarle que lo único que ocurre es que la quiero.



-Chris, por favor, no me hagas esto, abre los ojos... -solloza, gritando.



Sus lágrimas me golpean el alma como si de un martillo se tratase.
Intento agarrar su mano, pero no puedo moverme.
Su pelo me roza la mejilla, y evoco su olor.
Su llanto cada vez es más alto y se me cae el mundo encima.
Me gustaría poder decirle que no se preocupe, que no me pasa nada... que con ella no puede ocurrirme nada. Que me protege. Que por favor no me deje. Que no me suelte, que yo tampoco lo haré... pero me tengo que conformar con pensarlo.
Ella, armándose de valor y coraje, intenta cargar con el peso de mi cuerpo... pero no lo consigue. Y me trae muchos recuerdos de hace bastantes años.
Mi cuerpo impacta contra el suelo levemente, gracias a Sam. Sus manos vuelven a recorrer mi cara con prisas, con nerviosismo.



-Vuelvo enseguida. Te lo prometo.



Y me deja.
Tranquila, te esperaré aquí. Sé que vas a ayudarme, confío en ti. Sólo tienen que enchufarme a esa máquina de oxígeno para ayudarme a respirar... y... luego...










Narra Sam



-¿¡¡¡A dónde se lo llevan!!!?
Mi propia voz me resulta extraña. Siento que no soy yo la que está gritando de esta manera.
Los brazos de Tom me rodean el abdomen, impidiéndome salir corriendo tras la camilla en la que se llevan a Chris.

-Al hospital, Sam... se lo llevan al hospital... -susurra Tom, con la voz rota en mil pedazos.
Bill, Jeydon, Georg y Gustav van junto a la camilla de Chris, y ayudan a subirla a la ambulancia.
Doy insistentes tirones de los brazos de Tom, pero me lo impide.
-¡¡¡Suéltame!!! -grito con tanta fuerza y desesperación que la voz me sale ronca.
Y logro desasirme de su prisión. Empujo a todos los alumnos del internado que se ponen en medio de mi camino sin ningún miramiento, y casi logro saltar dentro de la ambulancia de no ser porque el conductor de ésta me para a tiempo.
Me enfurezco. Me siento tan atacada y tan privada de estar con Chris que mi mente no puede soportarlo.
El conductor me agarra con fuerza, mientras yo pataleo, le araño, le grito, le insulto y todo lo que el shock me permite hacer. El conductor, ya harto, me empuja y yo caigo al suelo.
Me echo a llorar desde el suelo, viendo como Cristal entra en la ambulancia para acompañar a Chris al hospital, no sin antes dirigirme una mirada destrozada.

Las puertas traseras de la ambulancia se cierran antes de que yo pudiera mirar por última vez a Chris, y siento que sólo conservo la mitad de mi cuerpo.
Me tapo la cara con las manos y lloro con tanta amargura y tanta desesperación que me va debilitando por segundos.
Bill se tira de rodillas al suelo conmigo y me abraza con fuerza, queriendo succionar todo mi dolor.
Me siento tan perdida y abandonada que no logro darme cuenta de que todos han venido en mi ayuda.
Reconozco la voz de Ina viniendo hacia donde estoy yo.
Tom y Georg me levantan del suelo con esfuerzo, pues no soy capaz de sostener mi propio peso.
Bill, queriendo ayudar, releva el puesto de Georg y, junto a su hermano, son ahora mis muletas.
Ina, la orientadora rubia, se pone frente a mí y comienza a soltarme una retahíla de la que únicamente oigo esto:
-... estas cosas pasan. Chris tiene problemas de corazón y no es raro que tenga estos ataques. Pronto volverá...
Ni siquiera puedo seguir llorando. No soy capaz de reaccionar, de hablar, de moverme.
-Ina, Bill y yo llevaremos a Sam a su habitación para que descanse.-informa Tom, agarrándome con fuerza por la cintura.
-Creo que es mejor que los profesores nos la llevemos a la enfermería.
-La llevaremos nosotros. Podemos con ella.-protesta Bill.
Ambos hermanos discuten con Ina durante unos interminables minutos en los que yo voy perdiendo la sensibilidad y el razonamiento paulatinamente.
Por el rabillo del ojo, sin embargo, logro divisar a Elliot. Éste me hace señas para informarme de que después quiere hablar conmigo.
Yo no muevo un músculo.
Siento un hormigueo constante en las sienes, en las piernas, en los huesos... creo que voy a desmayarme.
Miro a Ina con los ojos casi cerrados por completo.
Algo parecido a un impulso hace que me encorve, lo que sobresalta a Tom y a Bill, que me sueltan. Caigo de bruces contra el suelo y apenas tengo un momento para incorporarme y vomitar.
-¡Joder! -grita Tom, consternado y agachándose rápidamente hasta donde estoy yo.
Bill reprime una arcada, pero me aparta el pelo para que no me lo ensucie.
Escupo al suelo para librarme de ese horrible sabor de boca. Respiro con dificultad, pues las lágrimas han vuelto a mí.
Me he manchado las manos. Reprimo una nueva arcada.
-Sam, vamos...-suplica Tom, agarrándome por el codo izquierdo e intentando incorporarme.
Las rodillas me flaquean, mis piernas son gelatina. Un gemido, mezclado con un sollozo, salen por mi garganta.
-Ina, por favor, nosotros nos llevaremos a Sam. Está fatal, tengo miedo de que le ocurra algo grave.-pide Bill, temblando.
-Llevadla. En un rato iré a ver cómo se encuentra.
Antes de que pudiera orientarme, Bill y Tom empujan mi cuerpo, ayudándome a caminar.
Noto la mirada de todos los estudiantes del internado en mi nuca, y oigo los murmullos de todos y cada uno de ellos, pero no tengo la fuerza de voluntad para entenderlos.
-Creo que es mejor que la lleve en brazos.-opina Tom, viendo que así avanzábamos muy poco.
-¿Podrás con ella?
-No pesa nada.
Bill me suelta para que Tom maniobre. De repente me encuentro en los brazos de éste último.
Apoyo la cabeza sobre su hombro y cierro los ojos, abandonándome al abatimiento, al agobio, al miedo...
Bill, sin embargo, acude a mi lado. Me besa la coronilla y me acaricia el pelo.
-Volverá pronto, Sam. Te lo prometo.-susurra.
En ese momento siento unas ganas irremediables de decirle cuantísimo le aprecio. A él, a Tom, a Georg y a Gustav.
Pero como era de esperar, no puedo. Le miro a los ojos. Tuerzo una mueca que pretendía ser una sonrisa, y seguidamente, dos lágrimas me recorren las mejillas.
Bill también suelta un par de lágrimas oscuras, y Tom me estrecha entre sus brazos.
Me abandono a su apoyo, aún sintiendo cómo un ataque de nervios está pendiente de un hilo.

Continuará.

jueves, 3 de enero de 2013

Capítulo 27

Narra Tom

-Entonces... ¿qué te parece? Tú, yo, los jardines del internado... el invernadero... y lo que surja.

Las pestañas de Danna, la rubia más escultural, guapa, fácil y superficial del internado, revolotean de forma insinuosa.
Trato de mostrar una sonrisa burlona, aunque respetuosa. Creo que ella ha interpretado mi amabilidad como una señal de interés.
Se atusa el pelo rubio con las manos, con uñas largas teñidas de un rojo escarlata, esperando mi respuesta.
Mi subconsciente quiere que me ría de ella, pero quiero seguirle el juego para ver hasta dónde puede llegar su “interés”.
Me apoyo en el respaldo de la silla, con la mano derecha coloco bien mi gorra blanca y, seguidamente, me cruzo de brazos. Sonrío. Le obsequio con esa mirada de “sabes-que-te-gusto” que sé poner tan bien y respiro hondo para calmar mi mofa.

-¿Surgir...?-alzo las cejas, fingiendo interés. Ella asiente, con una sonrisa confidencial.-Y... según tú, ¿qué podría surgir?

Danna suelta una pequeña risita. Mira hacia la derecha y hacia la izquierda, como si fuera a cruzar la calle, asegurándose de que nadie más pueda oír nuestra conversación en el hall.
Luego, su mirada pasea por mis zapatos, mis piernas... y, durante un breve segundo, posa su atención en mi entrepierna. Me esfuerzo para no mover un músculo de mi cara, para no dejar de sonreírle, aunque por dentro esté estupefacto.
Cuando ya ha analizado lo suficiente mi entrepierna, sus ojos viajan hasta los míos, con una sonrisa pícara y ojos chispeantes.
Qué pasión, qué esfuerzo. Menuda guarra.

-Hasta donde tú quieras llegar.-promete, guiñándome un ojo.

Danna, discretamente, sube un poco el borde de su falda, sin dejar mucho a la imaginación.
Toso para ocultar mi risa. Ella lo interpreta como una buena señal.
No me lo puedo creer. No recuerdo vez alguna en la que una chica me haya hecho tantas promesas de sexo como ella... y menos si me conoce de hace diez minutos.
Vuelvo a sonreírle, calmado.

-Creía que tenías novio.-recuerdo, alzando las cejas.

Danna parece volver en sí un momento.

-¿Quién? ¿Jeydon? -yo asiento.-Oh, eso se acabó. Estoy soltera... y soy muy curiosa.
-¿Curiosa?-sonrío. Ella asiente.-Eso está bien. Lo único es que, por si no lo sabes, Jeydon es muy buen amigo mío.
-Lo nuestro acabó hace mucho.-se encoge de hombros, volviendo a atusarse el pelo.
-¿Y él lo sabe?
-Espero que sí, la verdad. No querría que hiciera el ridículo queriéndome cuando yo ya tengo otros objetivos... como tú, Tom Kaulitz.

Procuro no reírme. Es gracioso que Danna no se haya enterado aún de que tiene una cornamenta más grande que Bambi, pero es aún más gracioso que piense que Jeydon la ha querido alguna vez.

-Con que... soy tu nuevo objetivo, ¿no?-sonrío.
-El mayor y más importante, si me permites decirlo...
-Vaya, qué honor.
-Entonces, ¿qué me dices?

Y decido jugar un poco.
Mi mano va de mi rodilla derecha hasta su pierna. Ella observa cada uno de mis movimientos, con una sonrisa ansiosa. Mis dedos se deslizan por su pierna, llegando hasta su muslo, levantando un poco la falda a su paso. Danna me mira a los ojos, respirando irregularmente, con los labios entreabiertos. Sonrío cuando me topo con el encaje de su ropa interior; trato de imaginarme de qué color será. ¿Rosa fucsia? ¿Con estampado de leopardo?
Justo cuando cree que mis dedos se van a deslizar para acariciarle el sexo, aparto mi mano, le bajo un poco la falda y le doy unas palmaditas en la rodilla.

-Tengo otros planes.

La cara de Danna es un auténtico poema. Sus mejillas levemente enrojecidas por el momento que ha podido disfrutar no contrastan con la expresión de su cara, enfurecida, sorprendida y medianamente lasciva.

-¿Qué? -farfulla.-¿Mejores que los que te he ofrecido?
-Es posible.

Me levanto de la silla. Ella también lo hace.
Echo a andar, pero me sigue, sin dejar de hablar. Pongo los ojos en blanco, pero decido prestar atención al revoloteo que supone su voz y que me harta.

-... te aseguro que mis planes son mucho más productivos que cualquier otro que tengas por ahí... y lo has comprobado. Estoy dispuesta a todo, Tom.
-Menos a escuchar, según parece. Tengo otros planes.-repito, observando a todo aquel que está en el hall.
-¿Y se puede saber con quién tienes esos planes que no pueden esperar?

Y allí está mi respuesta. En la puerta de entrada, con Sam.
Sostiene los libros de química e historia contra su perfecto pecho. Gesticula con su mano derecha, con las uñas mal pintadas de un azul oscuro. Su falda gris ondea con el leve viento invernal, dejando mucho a la imaginación.
Se aparta el pelo oscuro, ondulado y suave de su cara, dejando ver sus ojos azules, su nariz recta y bonita, sus labios rosados...
Se me infla el pecho, se me hace un nudo en el estómago que no deja escapar los insectos que revolotean en su interior, provocándome cosquillas. Sonríe. Sonrío yo también, aunque ella no lo sepa.
Entonces, Danna vuelve a hacer acto de presencia.

-¿A quién estás mirando? ¿A la anoréxica y a la bollera? ¿Con ellas tienes esos planes tan interesantes?

Enrojezco un poco, furioso. Pero no lo pienso mostrar.

-¿En qué te basas para decir que Sam es anoréxica y que Cristal es lesbiana?-suelto, con calma. Tranquilo, Tom.
-Ya sabes, en lo que dice todo el mundo. Además, se les nota. ¿No ves que la bollera está intentando atrapar en sus redes homosexuales a la anoréxica?

Cierro  las manos en puños. Empujo con una mano, aunque con suavidad, a Danna para ponerla frente a mí.
Ella me mira, sin comprender.

-¿Sabes? -farfullo.-No deberías fiarte de todo lo que dice la gente. Por ahí dicen que no tienes cerebro y que todas las noches le haces visitas al director para que haga creer a todo el mundo que sí que lo tienes.

La palma de la mano de Danna se estrella contra mi mejilla derecha, volviéndome la cara.
Todo el mundo parece haber oído la conversación, porque están atentos a nosotros y por los murmullos sorprendidos por la torta de Danna.
La mejilla me arde y me escuece. Llevo mi mano hasta ella, agradeciendo que esté fría y pueda calmarme el quemazón.
Le clavo mis ojos en los suyos. Tiene las mejillas enrojecidas por la rabia, por el despecho y por la vergüenza. Yo sonrío de forma insulsa.

-¿Tom? ¿Qué ha pasado?

Su voz llega a mis oídos como un himno, inflándome el pecho de nuevo. Su mano aparta la mía de mi cara, observando mi mejilla maltratada con sorpresa.
Veo a Sam apareciendo a su lado, igual de sorprendida que ella.
Cristal se vuelve hacia Danna.

-¿Se puede saber por qué has hecho eso?
-Cállate, bollera de mierda.-suelta la rubia.
-¿Cómo? -dice Cristal, con los ojos como platos y apretando los puños.

Empujo a Cristal hasta que queda detrás de mí, protegiéndola.

-Lárgate. Estás haciendo el ridículo.-le digo a Danna, indiferente.

Como era de esperar, Cristal se zafa de mi protección y se encara con Danna.

-Tú de aquí no te mueves hasta que no me digas a qué ha venido todo esto.
-Déjalo, Cristal.-le digo.
-No, no quiero dejarlo. Me ha insultado, y seguramente sin ninguna razón.
-Es todo por despecho. Déjalo, no merece la pena.
-¿Despecho?-me mira, alzando las cejas.-¿Por qué?
-Porque quería mi pene y no se lo he dado.

Cristal abre mucho los ojos, con sorpresa, y tuerce una gran mueca, conteniendo la risa.

-¿¡Quién te crees que eres!? ¿¡El mismísimo Brad Pitt!? Eres penoso, me das asco.
-Bueno, vale ya.-interviene Sam esta vez.-Esto no tiene ni pies ni cabeza, así que dejadlo ya.
-Cállate, zorra anoréxica.

Sam se queda sin palabras, y yo enrojezco de rabia. Cierro los ojos para contenerme y no darle un puñetazo a esa descerebrada.
Pero, sin embargo, Cristal se abalanza sobre ella y le da un empujón. Voy a por ella antes de que se le tire encima y la empujo hacia atrás.

-Esto te lo diré una sola vez, Danna -advierte Cristal señalándola con el dedo índice.- como vuelvas a decir algo así a Sam delante de mí, o detrás, iré a por tí y echarás de menos esta charla. Te lo aseguro.
-Qué graciosa te pones a la hora de defender a tu novia, Williams.-suelta uno de los amigos de Danna.
-Espero que te estés refiriendo a mí.

Chris aparece entre el bullicio, poniéndose delante de mí y de Cristal. Todos se quedan en silencio. Aún quedan las secuelas de la pelea que tuvo con Trace por Bill... y saben que Trace no quedó muy guapo.

-Deberías controlar a tu hermana la bollera. -espeta el mismo de antes.- Seguramente le esté dando a tu novia más de lo que tú mismo le das.

Cierro los ojos y trago saliva.
Chris odia que hablen así de su hermana. Y más que metan a Sam. Creo que si ese tío lo supiera, habría cerrado el pico.
Chris va directo hacia el chico, encarándose con él. Lo más gracioso es que Chris le saca más de una cabeza.

-Eres muy valiente diciendo eso con tanta gente delante de tí.-suelta.-A ver si sin ellos tienes tantas pelotas de decírmelo.
-Christhian, da igual. Para. -pide Cristal, agarrándole del brazo.
-En vez de preocuparte tanto por lo que digo o dejo de decir, deberías prestar más atención a tu novia, a ver si engorda y deja de hablar sola por el internado.

Chris aparta de un empujón a Danna, que estaba justo delante de ese chico, para ir a por él y partirle la cara. Y yo voy con él, porque estoy harto.
Pero Sam no lo permite. Se interpone entre nosotros y el tío.

-Apártate, Sam.-ladra Chris.
-Chris, es suficiente. Ya has tenido problemas con el director por mi culpa, no pienso volver a permitirlo.
-¡¡Pero...!! -gritamos Chris y yo a la vez.
-¡¡¡Pero nada!!!-grita ella, roja como un tomate.-Se acabó este puto asunto.

Chris retrocede, y yo con él.
La adrenalina corre por mis venas, pero no por el deseo de darle la paliza que se merece a ese tío por haber dicho lo que ha dicho de mi amiga, si no por la emoción de ver a Sam de esta manera.
Ella se vuelve para mirar a Danna.

-Y en cuanto a tí, ya que estás tan interesada en mí que vas diciendo que Cristal y yo somos lesbianas...-comienza.- Sí, estoy más delgada que tú y que la mayoría de este sitio. ¿Y qué? ¿Qué pasa? ¿No puedo estarlo? ¿Y a tí qué te importa? Y antes de acusarme con el término “anoréxica”, deberías informarte sobre lo que significa. Todos los que estáis aquí no tenéis ni puta idea de lo que estáis diciendo, porque os reís de una enfermedad de la que mueren muchas personas. Y sí, estás más buena que yo, Danna, seguro que sacas mejores notas que yo, pero me queda el consuelo de que soy mejor persona que tú y que todos los que se ríen de mí.

Silencio sepulcral.
Con la última frase, la voz de Sam se ha roto.

-Espero que ahora te sientas mucho mejor, Danna. De verdad que espero que la felicidad de la que tanto alardeas sea real, porque lo dudo.

Y, tras eso, Sam sale disparada por uno de los pasillos. Y seguramente esté llorando.
Chris se vuelve un momento hacia Cristal, le aprieta la mano derecha y sale tras de Sam. No sin antes enseñarle el dedo corazón a todo el bullicio que hasta hace poco nos rodeaba.
Cuando él desaparece y Cristal y yo dejamos de prestarles atención, el gentío se va dispersando paulatinamente.
Mi mano y la de Cristal se encuentran, y respiro tranquilo.
Echamos a andar, no sin antes pasar por al lado de Danna. Cristal le baja un poco la falda con la mano y le sonríe:

-Danna, tápate un poco más, no vaya a ser que mi homosexualidad se apodere de mí.

Contengo la risa dificultosamente mientras observo la cara de Danna. Cristal vuelve conmigo, me pasa un brazo por la cintura y apoya la cabeza en mi pecho mientras seguimos andando. Entonces me echo a reír y le beso la cabeza.

-Me pone Sam enfadada.-suelta, sonriendo.
-¿Has visto lo estúpida que parecía Danna mientras Sam soltaba todo el discurso?
-La pena es que no lo parece, Tom. Es estúpida.

No dejo de sonreír mientras paseamos por los pasillos, sin rumbo alguno.

-¿Danna te había ofrecido sexo?
-Sí.
-¿Y por qué no lo has hecho?
-¿Lo preguntas en serio? -suelto, pasmado.

Ella asiente, pero también se encoge de hombros.
Suspiro. Nos topamos con uno de los baños comunes y la empujo hacia el interior.
El olor a desinfectante y a limón nos recibe, me aseguro de que no hay nadie, y echo el pestillo de la puerta.
Cristal alza las cejas con una sonrisa. Yo se la devuelvo, y la arrastro hasta uno de los baños individuales, del cual también echo el pestillo.
La apoyo contra la puerta y sonrío.

-No tenemos mucho tiempo.-recuerdo.

Busco el borde de su camiseta y se la saco por la cabeza en un momento. Tras eso, busco sus labios.
Ella me recibe con ganas y fogosidad. Suspiro. Mims labios se posan contra su cuello, deslizándose y regalándole pequeños mordiscos.
Ella suelta una pequeña risita e introduce las manos por debajo de mi camiseta, tanteando mi espalda y mi torso.

-¿Estás evadiendo mi pregunta? -inquiere, alzando las cejas y sonriendo.
-Puede...
-¿Por qué?
-Porque es una pregunta tonta.

Le callo con un beso en los labios y deslizo mis manos por sus pechos y, seguidamente, por su espalda y cintura.
Ella suspira sonoramente. Nuestro beso se ve interrumpido por mi sonrisa de satisfacción.
Cristal me aparta un poco de ella, lo suficiente para poder mirarnos a la cara.

-Es simplemente que no entiendo cómo puedes preferir estar conmigo aquí, en un baño público, cuando puedes estar con una tía buena rubia, con pechos y culo operados con éxito, en una habitación montándooslo a lo grande.

Sonrío. Me quito la camiseta con rapidez y vuelvo a buscar sus labios.
Mis manos se abren paso entre sus piernas, y la despojo de su ropa interior, que se desliza por sus piernas.

-Hay muy pocas cosas que debes entender....-inicio.

Mis dedos buscan su entrepierna. El índice la acaricia, y ella me regala un primer gemido.
Sonrío y le beso bajo la mandíbula.

-La primera es que odio a Danna.-continúo.

Cristal cierra los ojos y se abandona a la caricia de mis dedos, obsequiándome con suspiros y gemidos que me contraen el estómago, provocándome un placer inimaginable.

-La segunda...-susurro. Trago saliva y respiro hondo, reprimiendo un gemido para poder continuar con mi explicación.-... es que prefiero tus pechos y tu trasero.

Como muestra de ello, mi mano izquierda agarra su nalga con firmeza, empujándola hacia mí.
Cristal suspira y busca mi boca, apoderándose de ella. Se estremece con mis caricias, y sus gemidos me piden más.
Mi dedo índice se desliza en su interior y ella me lo agradece acariciándome también.

-La tercera...

Un gemido ronco por mi parte me interrumpe. Vuelvo a acariciarle con los dedos, y con mi mano libre me ocupo de despojarme de mi pantalón.

-... es que...-intento, odiando a mi cinturón.-... me gustan más morenas.

Lo consigo. El cinturón me obedece y consigo desabrocharlo, al igual que el botón de mi pantalón de uniforme.

-Y que tengan cerebro, claro... -continúo.-Y, por último....

Cristal me ayuda con los pantalones, no sin antes coger el sobrecito de aluminio que hay en el interior de uno de los bolsillos. Luego con los boxers.
Rompe el sobre de aluminio. Yo me dedico a buscar su cuello y a recorrérselo con los labios y lengua mientras ella se encarga de todo lo demás.

-Y, por último...-repito, mientras la alzo un poco en volandas y termino introduciéndome dentro de ella.-... es...

Cristal me echa los brazos al cuello, abrazándose a mí. Me regala varios gemidos en el oído, así como suspiros.

-... es que tiene que estar dispuesta a montárselo en un servicio.

Continuará.