Capítulo 7

-No te imaginas cómo pesa esta cosa.-dice Ina, señalando el carrito y sonriendo divertida.

Me aparto de la puerta y ella entra arrastrando el carro de metal resplandeciente con ropa, zapatos, libros, cuadernos...
Me siento en mi cama, la de la derecha, y observo a Ina.
Ina saca del carro dos uniformes que deja encima de la cama de Daniela y otros dos que deja en la mía.
El uniforme consta de un jersey verde botella con el escudo del internado, una camiseta blanca de manga corta, también con el escudo del internado, una falda de tabla gris, unos calcetines verde botella y unos horribles zapatos negros.

-Lo odio.-espeta Daniela mirándolo con asco.
-¿Para Deporte también llevamos falda...?-formulo, observando la susodicha.
-No.-responde Ina.-Ya me he encargado de que vuestra profesor os entregue la ropa de deporte. Practicaréis voleibol.
-Dios, odio el voleibol...-susurro.
-Tú odias el deporte en sí.-aclara Daniela.
-Muy bien. Tenéis, como bien sabéis, once asignaturas en total.

Se inclina hacia el carrito y saca folios.

-Aquí tenéis dos copias de los horarios para cada una.

Nos los tiende, y lo cogemos con ímpetu.
El horario dice así:

Hora	Lunes	Martes	Miércoles	Jueves	Viernes
07:30-08:15	Inglés	Física	Biología	Física	Francés
08:20-09:05	Música	Inglés	Química	Matemáticas	Química
09:05-09:25	pausa	pausa	pausa	pausa	pausa
09:25-10:10	Latín	Francés	Matemáticas	Latín	Matemáticas
10:15-11:00	Deporte	Francés	Inglés	Latín	Alemán
11:00-11:15	pausa	pausa	pausa	pausa	pausa
11:15-12:00	Historia	Matemáticas	Deporte	Alemán	Biología
12:05-12:50 pm	Alemán	Historia	Deporte	Inglés	Latín

-Creo que ya odio el horario.-sentencia Daniela.
-Ina, tenemos un problema...-informo, dejando los horarios encima del escritorio.
-¿Sí?-dice, colocando nuestros libros sobre la mesa.
-Cristal me ha dicho que el Miércoles tenemos un examen de Geología...-explico. Ina asiente, comprendiendo.
-Oh, tranquilas. Le pediré que os lo pase al Viernes, ¿vale?
-Gracias.-contesto yo, sonriendo.
-Bueno, aquí tenéis vuestros libros de texto y cuadernos. Son gratis y nuevos, pero tenéis que cuidarlos para los que hagan noveno el año que viene. Si sufren algún altercado tendréis que pagarlos.-informa.
-Está bien.-contestamos Daniela y yo.
-Bueno supongo que estaréis cansadas, así que ya os dejo. Bienvenidas.-nos sonríe, mientras se dirige a la puerta.

Cuando Ina sale de la habitación me tumbo en la cama de golpe, boca arriba.

-Qué sosa es la habitación...-observa Dani.-La decoraremos, ¿no?
-Si quieres... oye, ¿te ha llamado Erik?-pregunto.
-No.-contesta.-Voy a probarme esta cosa...

Daniela se baja de la cama y se empieza a desvestir, quedándose en ropa interior.
Siempre he odiado su cuerpo perfecto, sus curvas perfectas, sus piernas perfectas, su talla 90 de sujetador. Me hace recordar que yo no tengo nada de eso.
Entonces me miro, aún tumbada.
Me levanto el jersey gris lentamente hasta la altura del pecho.
¿A quién leches le va a gustar mi maldita dermatitis? ¿Mi piel tan blanca? ¿Mi tronco tan inmensamente plano?
Luego están mis piernas, que son dos puñeteros palos con dermatitis también, aunque más disimulada.
No tengo curvas, no tengo nada que llame la atención.
Me vuelvo a tapar con el jersey y me tumbo de lado, mirando a Daniela que se está terminando de poner los zapatos.
Maldita sea, hasta con esa cosa está perfecta.
Se levanta de la cama en cuanto se pone el último zapato y se coloca bien la camiseta blanca con el escudo del internado. Al parecer el jersey no se lo va a poner.

-¿Cómo me queda?-me pregunta echándose su fantástica melena roja hacia delante, en cascadas perfectas.
-¿Cómo quieres que te quede? Pues de puta madre, como siempre...-respondo acomodando mi cabeza sobre la almohada y escondiendo mis manos heladas.
-¿No te lo pruebas?
-No.
-¿Por qué?
-Porque me va a quedar fantásticamente mal.
-Eres tonta, niña... va, pruébatelo.
-Eres una pesada.
-Vamos, no seas idiota.

Mi hermana me coge del brazo y me levanta de la cama.
Resoplo fastidiada y comienzo a quitarme el jersey gris, dejando mis manchas y mi delgadez asquerosa al descubierto.
Me aparto el pelo de la cara colocándolo tras mi oreja, mientras busco la camiseta blanca idéntica a la de mi hermana, sólo que es talla más pequeña.
Me la pongo en un movimiento rápido y luego me deshago de mis vaqueros para ponerme los calcetines verdes largos y la puñetera faldita.
Ni me molesto en ponerme los zapatos.
Entonces miro a mi hermana, que me observa de arriba a abajo.

-Te queda bien.-aprueba asintiendo con las cejas alzadas, satisfecha.
-Sí, seguro. Estoy patética...
-No hay quien te aguante, ¿eh?-Daniela pone los ojos en blanco mientras yo bajo la mirada, mirándome las piernas.
Blancas. Heladas por el frío.
Llenas de pequeñas manchas rojas, irritadas de no haberme echado la crema que me mandó el dermatólogo.
Pero, ¿qué más da? No se me va a quitar nunca.
Y, por si fuera poco, cuando me pongo nerviosa me salen más. Con lo cual, cada semana tengo una mancha nueva.
Entonces observo las piernas de Daniela y las comparo una vez más con las mías.
Ella también tiene un color pálido, pero no tanto como el mío. La piel suave y lisa, de un color bonito.
Vuelvo a mirar mis piernas y siento como mi autoestima inexistente disminuye a -40.

-Creo que...-comienzo.-...voy a leerme el tema de Geología.
-¿Ahora?-dice mi hermana, sorprendida.
-Sí. No tengo nada mejor que hacer...
-Creía que saldrías con Cristal.-dice con retintín el nombre de mi nueva amiga.
-Pues no, ya ves.

Corto la conversación de inmediato y busco en la gran mesa el libro de Biología y Geología.
Lo encuentro y suspiro pesadamente al comprobar lo que pesa y lo gordo que es.
Madre mía...

-Esto va a ir para largo...-comento, sentándome en una de las sillas del escritorio y abriendo el libro.
-Creo que yo me voy a dar una vuelta. No vienes, ¿no?-me pregunta y yo niego con la cabeza.-Pues nos vemos luego.

Observo salir a Dani de la habitación, que se queda en silencio.
Entonces mis manos tiemblan ligeramente.
El silencio  inunda cada parte de mi cuerpo, y se recrea sobre mí un agobio tan inmenso y una tristeza tan aplastante que siento que me ahogo.
Tardan poco en escocerme los ojos.
Sorbo por la nariz, secándome las primeras lágrimas que han acabado recorriendo mis mejillas con la mano, y entonces me doy cuenta del frío que tengo.
Me levanto de la silla y veo que aún no he deshecho la maleta.

-Bueno, al menos me libro de Geología por hoy...-susurro para mi misma.

Recojo la maleta ya abierta del suelo y la pongo sobre la cama.
En un momento doy con la chaqueta de pelo que llevo siempre en casa y me la pongo despacio.
Montones de ropa se apilan sobre mi cama y voy organizando mi parte del armario, el derecho.
Abro la puerta del armario y me sorprendo de lo espacioso que es.
En las perchas cuelgo mis abrigos y chaquetas, así como algún vestido que otro.
En el primer cajón las camisetas y jerseys; en el segundo los pantalones y en el último la ropa interior.
En el hueco que queda debajo ordeno mis diferentes zapatos. Tres pares de converse, azules, rojas y verdes. El par negro las llevo puestas ahora mismo. Y unos zapatos de tacón que me compró mi madre la semana pasada y dos deportivas.
Me acerco a la maleta y encuentro mi neceser con el maquillaje, la pasta y el cepillo de dientes, el alisador de pelo y tres inmensos paquetes de compresas. Todo lo llevo al baño.
Saco mis libros de lectura, entre los que están: Jane Eyre, Motín en el reformatorio y Flores en el ático.
También encuentro un marco con una foto en la que salimos Daniela, Erik, Lena y yo, sonrientes en verano. Lena y Daniela con bolsas de chucherías y Erik y yo con un helado cada uno.
Lo pongo encima de la mesita de noche y me quedo observándolo hasta que de pronto, me sobresalta que alguien llame a la puerta.




Miro mi reloj de muñeca, extrañada. Las seis de la tarde, ¿ya?
Me acerco aún con mis pintas colegiales y abro la puerta tímidamente.
Encuentro a un chico alto, de pelo oscuro, liso y alborotado. Sus ojos azules van de mí al suelo y tiene una mano en la nuca, avergonzado.

Continuará.